En los primeros días de la sublevación, ya comenzaron
las detenciones, en la zona republicana, de todos aquellos que se consideraba
que podían ser partidarios del levantamiento.
Esto llevó al gobierno de la República, a crear, en
diciembre de 1936, los Campos de Trabajo, dependientes del Ministerio de
Justicia.
Fueron varios los centros de este tipo que se abrieron
durante el tiempo que duró la contienda, estableciéndose el primero de ellos en
el Convento de los Capuchinos, de Totana (Murcia), a principios de 1937.
Dos meses después de estar funcionando el Campo de
Trabajo de Orihuela, al igual que otros centros penitenciarios de la zona
republicana, recibió la visita de una delegación del Comité Internacional de la
Cruz Roja, que redactó un informe sobre todos los centros inspeccionados en el
que se manifestaba que, teniendo en cuenta las circunstancias del momento, su impresión
en lo referente a la alimentación, higiene, disciplina, etc., había sido
aceptable en algunos casos y satisfactoria en líneas generales.
Resulta difícil de entender que esta población reclusa,
que en algunos momentos llegó a superar las dos mil personas, pudiera ser
controlada por un grupo tan reducido de personal, como el que contaba el Campo
de Trabajo de Orihuela, un director, un administrador, nueve oficiales de
prisiones, dos guardias, dos maestros de taller y un perito aparejador.
Aún así hubo una aparente tranquilidad que dentro de
la difícil situación del momento, se vivió en ese centro durante el tiempo que
se mantuvo como prisión republicana.
Acabada la guerra comenzó la represión. El edificio
del Seminario pasó de ser prisión republicana, a convertirse en Prisión Central,
donde se empezó a recluir a presos ideológicamente contrarios al nuevo régimen.
Para vigilar el recinto de la prisión, en la parte
interna mantuvieron al principio los mismos oficiales del Campo de Trabajo republicano,
aunque alguno sería posteriormente detenido. Para vigilar la parte externa, se
apostaron en un primer momento y durante varios meses, unos cuantos soldados,
seguramente pertenecientes a las fuerzas del Batallón Arapiles, que habían sido
los que ocuparon la ciudad.
En junio de 1940 el comandante del Regimiento de
Infantería nº11, de Alicante, informó al Ayuntamiento de Orihuela que se iba a
destinar un destacamento
de esa unidad, de manera provisional, para vigilar la
prisión.
La Dirección General de Prisiones nombró, el 24 de
agosto de 1940, como máximo responsable del centro penitenciario, a Hipólito
Castelló Berenguer.
Tanto este director, como el destacamento de
vigilancia destinado, estuvieron cumpliendo sus funciones hasta el día 20 de
junio de 1941, fecha en la que se cerró la prisión Central de Orihuela,
enviando los penados a la cárcel de Formentera (Baleares) y al Reformatorio de
Adultos de Alicante, y los pendientes de sentencia a Elche, a la prisión
llamada Fábrica nº2.
Durante los dos años que estuvo en funcionamiento la Prisión Central de Orihuela, hubo un abundante ir y venir de reclusos, el número de encarcelados superó los 3000.
Información procedente de:
Orihuela durante la Guerra Civil Española, Agustín
Castaño Martínez-Ricardo Castaño Martínez.











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