lunes, 17 de abril de 2023

COLONIA ESCOLAR CASA DEL INFANTE PIERRE BRACHET CASTALLA (Alicante)

COLONIAS ESCOLARES DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

COLONIA ESCOLAR CASA DEL INFANTE PIERRE BRACHET

CASTALLA (Alicante)

A pesar de que el gobierno belga prohibió participar en la guerra de España, ya durante el verano hubo voluntarios que se integraron en las primeras Centurias, entre ellas en la Thälmann. La solidaridad popular con la República española se plasmó principalmente en los 2.400 hombres y mujeres que lucharon en las Brigadas Internacionales; de ellos 800 eran inmigrantes y exiliados italianos antifascistas. Cerca de 300 dejaron sus vidas en España. La participación belga fue importante teniendo en cuenta que Bélgica tenía solo 8,2 millones de habitantes.

Muy conocido fue Pierre Brachet, un joven abogado que consiguió movilizar a numerosos estudiantes de la Universidad Libre de Bruselas. Cayó en Madrid el 11 de noviembre de 1936. En su honor se formó, en octubre de 1937, un batallón de la XIV BI. Pero el proyecto de reagrupar a los belgas fracasó, ya que la mayoría de ellos prefirieron seguir en las unidades con las que habían luchado desde el principio.

Fue importante también la implicación belga en la sanidad militar, que contó con 10 médicos y unas 30 enfermeras trabajando en el hospital militar “El Belga”, hospital de 1.000 camas ubicado en Onteniente (Valencia) y dirigido por el Dr Albert Marteaux, ministro de Sanidad tras la Segunda Guerra Mundial. El hospital fue promovido por la Internacional Obrera y Socialista (IOS). Varios de estos cirujanos, como el Dr. Fernand Neuman o el Dr. René Dumont, tenían una amplia experiencia quirúrgica desde la Primera Guerra Mundial y transmitieron estos conocimientos a sus colegas españoles. La madre de Pierre Brachet creó por su parte un hogar para niños huérfanos en Castalla (Alicante), al cual le llamó Casa del Infante Pierre Brachet, en honor a su hijo.(1)

La Colonia Escolar Nº 16 Casa del Infante, estuvo compuesta por 50 niños y 10 adultos, sus responsables fueron Teresa Bernard Cabrera (expedientada y depurada después de la guerra, 32/13104, 1936-1942 AGA), Mme. Albert Brachet (mujer del prestigioso investigador belga Albert Brachet). La colonia fue puesta en funcionamiento el 1/07/1937(2)

(1)ERREPUBLIKA PLAZA 

(2) “De las negras bombas a las doradas naranjas, colonias escolares 1936-1939) Cristina Escrivá Moscardó y Rafael Maestre Marín

                                                                        











                                                                                   

                                           



COLONIA ESCOLAR MEDITERRÁNEO - CAMPELLO - ALICANTE

COLONIAS ESCOLARES DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA - COLONIA ESCOLAR MEDITERRÁNEO - CAMPELLO - ALICANTE

A finales de 1937 el Hospital Infantil de Alicante acogía a unos 30 niños
enfermos de fiebre tifoidea, de sarna, de tiña y de tuberculosis; asimismo, todos
ellos estaban malnutridos. Además de Elmes, el personal del hospital estaba integrado por dos enfermeras británicas. La documentación prueba que una de ellas era Ann Hathaway.
Tras los intensos bombardeos que sufrió Alicante durante la primavera de
1938, los cuáqueros se dieron cuenta de la necesidad de trasladar el hospital
desde Alicante a un emplazamiento más seguro, lo que finalmente tuvo lugar el
11 de junio de 1938. El centro sanitario quedó instalado de manera
provisional en el Hotel Mediterráneo de San Juan, un pequeño pueblo marinero
situado a 10 km de Alicante. Por aquel entonces el hotel funcionaba como
colonia escolar para niños sanos, lo que resultaba incompatible con la acogida de niños enfermos. Otras dificultades añadidas fueron la mala calidad del agua potable y la necesidad de lavar la ropa con agua del mar. Después de barajar distintos emplazamientos, los cuáqueros optaron por trasladar definitivamente el hospital a Polop, un pequeño y tranquilo pueblo rodeado de montañas situado a unos 50 km de Alicante. Así lo explica Dorothy Morris, enfermera neozelandesa destacada en el Hospital Infantil de Murcia: «ellos [los cuáqueros] habían habilitado un magnífico hospital en Alicante pero los bombardeos les obligaron a trasladarlo a un pueblo del interior montañoso, remoto pero muy bello». El traslado tuvo lugar el 18 de julio de 1938 y el hospital quedó instalado en una finca de veraneo que había sido abandonada por su propietario al comienzo de la guerra, un comerciante de pescado que «había huído a un lugar más apropiado para ricos». Estas palabras de la enfermera británica Dorothy Litten bien pudieran responder a la hipótesis de que muchos cuáqueros británicos y sus colaboradores se sentían a título personal más cerca de la causa republicana pese a la neutralidad oficial de la agencia humanitaria.

Texto extraido del artículo:

La ayuda humanitaria de los British Quakers durante la Guerra Civil
española.

Xavier García Ferrandis - Àlvar Martínez-Vidal

                                                                              






                                                        

                                                                                          




 

COLONIA ESCOLAR CASA DEL CURA – BIAR (Alicante)

COLONIAS ESCOLARES DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

COLONIA ESCOLAR CASA DEL CURA – BIAR (Alicante)

Emil Miltenberger, miembro de la Batería Liebknecht, cuyo testimonio está extraído del libro “Brigada Internacional ist unser Ehrennahme”, escribe también en sus recuerdos sobre el Hogar Infantil de Biar:

Tres camaradas de la Batería Liebknecht -Georg Müller de Alsacia, Ferdl de Viena y ErnstMichel de Nordhausen -, emprendieron un hermoso domingo una excursión desde Villena hasta el cercano pueblo de Biar. Al llegar hacía calor y pararon a comprarse un refrescante helado.

La vendedora se quedó parada cuando le dieron un billete de veinte pesetas porque no tenía suficiente cambio para devolverles.

El carrito de los helados pronto se vio rodeado de un enjambre de niños. Miraban los helados como si se los quisieran comer con los ojos, y a Ernst le recordaron a su propia hijita.

¿Qué carita hubiese puesto ella? Tenía seis años cuando él se vino a España.

Entonces Ernst Michel le dijo a la vendedora que a cambio del dinero que les tenía que devolver repartiese helados entre los niños.

Los niños vivían en una finca de Biar. Allí los cuidaban y allí les enseñaban a leer y a escribir.

Los camaradas acompañaron a los niños a su residencia y allí fueron muy cordialmente recibidos. Hablando con los cuidadores se enteraron de que nadie apadrinaba este Hogar.

Al día siguiente tuvo lugar una asamblea conjunta de nuestras tres Baterías -Liebknecht, Thälmann y Gramsci-, en la que se decidió que los artilleros apadrinaríamos el Hogar, tal y como nos lo había propuesto Ernst Michel. Cada camarada entregaría regularmente el 10% de su sueldo para el Hogar. Cada Batería nombró también a un camarada para que se ocupase especialmente de los niños. El encargado de nuestra Batería Thälmann era Albert Riebeling. Lo primero fue ir al vecino Biar para enterarse de las necesidades de nuestros protegidos.

Muchos pares de ojos negros lo miraron admirados y curiosos. El jaleo se acalló de pronto, los niños cuchicheaban entre sí, se reían por lo bajito y le hicieron toda clase de preguntas. Albert conversó con ellos en español lo mejor que pudo.

La mayoría de los cuatrocientos niños que vivían en el Hogar eran huérfanos de guerra, sus padres habían sido asesinados por los fascistas, muchos de forma cruel. Otros habían perdido a sus padres en el frente y muchos incluso habían sido sacados de entre las ruinas de sus casas, bajo las cuales habían quedado enterrados sus familiares. Había también niños cuyos padres vivían: unos eran combatientes en el frente, otros estaban en los hospitales o en diferentes servicios de guerra … Se habían tenido que separar temporalmente de sus pequeños con todo el dolor de su corazón, para poder combatir por un futuro mejor para los hijos e hijas de toda España.

Albert Riebeling lo anduvo mirando todo y se dio enseguida cuenta de que allí faltaba un buen artesano y muchas otras cosas. Por ejemplo, no había juguetes para los más pequeños, no había libros para los mayores. La comida era suficiente pero podía ser más variada. En una palabra: el Hogar necesitaba que le echasen una buena mano.

Al volver a su unidad, Riebeling informó sobre todo ello y propuso algunas cosas para que nuestro apadrinamiento fuese más útil y productivo.

Sus propuestas fueron aceptadas con entusiasmo. Con el primer dinero recaudado y con la ayuda de algunos camaradas cuyas profesiones eran diferentes tipos de artesanía, el Hogar se fue convirtiendo en una tacita de plata.

De tanto en tanto una delegación de nuestras Baterías Thälmann, Gramsci y Liebknecht iba a Biar para controlar las cuentas y llevar alimentos, golosinas, juguetes y libros.

Pronto los niños nos conocieron a todos por nuestros nombres. Para algunos de nosotros se inventaron ellos mismos los nombres, yo, por ejemplo, era “el rubio”. Cada niño tenía su“tío” preferido, y cada camarada sus “niños” preferidos, que le contaban sus secretos o que le hablaban de sus amiguitos o amiguitas, de sus preocupaciones y de toda las cosas posibles.

Yo tenía en Biar dos pequeñas amigas: una de ocho años y la otra de doce. Se partían de risa cuando no podía entender su cascada de palabras o cuando les decía con mi cómico español tambaleante cosas raras: les hablaba de países en los que los ríos se convertían en hielo, de ciudades por las cuales los trenes corrían bajo tierra, de casas de muchos pisos en las cuales salía el agua de la pared sólo con abrir el grifo, y de otras muchas maravillas que hay en el ancho mundo.

Una tarde estaba nuestra Batería reunida alrededor de una hoguera. Entonces se nos acercó un soldado español. –“¡Salud!”, nos dijo. Había sabido por casualidad que los “alemanes” estaban en un sector cercano al suyo y buscaba al camarada “Alberto”. Cuando apareció Riebeling, el español se le acercó, le estrechó las manos, le abrazó y le agradeció con voz emocionada el cuidado y el cariño con el que los camaradas extranjeros habían acogido a los niños de Biar. Después preguntó por el camarada “Emilio”. Me acerqué a él y me abrazó también porque estaba portándome tan bien con su pequeña Concha.

Nos quedamos mucho rato sentados alrededor del fuego y charlamos de nuestros niños. El camarada José, el soldado español, hablaba conmovido de la solidaridad internacional que tanto estaba haciendo por su pueblo en el frente y en la retaguardia. El apadrinamiento de Biar era una prueba de ella.”

Información extraída del trabajo de Esteve Torres María Isabel “ Los hogares infantiles y las Brigadas Internacionales 1936-1939”

Información procedente de “Los hogares infantiles y las Brigadas Internacionales” trabajo de María Isabel Esteve Torres