lunes, 17 de abril de 2023

COLONIA ESCOLAR CASA DEL CURA – BIAR (Alicante)

COLONIAS ESCOLARES DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

COLONIA ESCOLAR CASA DEL CURA – BIAR (Alicante)

Emil Miltenberger, miembro de la Batería Liebknecht, cuyo testimonio está extraído del libro “Brigada Internacional ist unser Ehrennahme”, escribe también en sus recuerdos sobre el Hogar Infantil de Biar:

Tres camaradas de la Batería Liebknecht -Georg Müller de Alsacia, Ferdl de Viena y ErnstMichel de Nordhausen -, emprendieron un hermoso domingo una excursión desde Villena hasta el cercano pueblo de Biar. Al llegar hacía calor y pararon a comprarse un refrescante helado.

La vendedora se quedó parada cuando le dieron un billete de veinte pesetas porque no tenía suficiente cambio para devolverles.

El carrito de los helados pronto se vio rodeado de un enjambre de niños. Miraban los helados como si se los quisieran comer con los ojos, y a Ernst le recordaron a su propia hijita.

¿Qué carita hubiese puesto ella? Tenía seis años cuando él se vino a España.

Entonces Ernst Michel le dijo a la vendedora que a cambio del dinero que les tenía que devolver repartiese helados entre los niños.

Los niños vivían en una finca de Biar. Allí los cuidaban y allí les enseñaban a leer y a escribir.

Los camaradas acompañaron a los niños a su residencia y allí fueron muy cordialmente recibidos. Hablando con los cuidadores se enteraron de que nadie apadrinaba este Hogar.

Al día siguiente tuvo lugar una asamblea conjunta de nuestras tres Baterías -Liebknecht, Thälmann y Gramsci-, en la que se decidió que los artilleros apadrinaríamos el Hogar, tal y como nos lo había propuesto Ernst Michel. Cada camarada entregaría regularmente el 10% de su sueldo para el Hogar. Cada Batería nombró también a un camarada para que se ocupase especialmente de los niños. El encargado de nuestra Batería Thälmann era Albert Riebeling. Lo primero fue ir al vecino Biar para enterarse de las necesidades de nuestros protegidos.

Muchos pares de ojos negros lo miraron admirados y curiosos. El jaleo se acalló de pronto, los niños cuchicheaban entre sí, se reían por lo bajito y le hicieron toda clase de preguntas. Albert conversó con ellos en español lo mejor que pudo.

La mayoría de los cuatrocientos niños que vivían en el Hogar eran huérfanos de guerra, sus padres habían sido asesinados por los fascistas, muchos de forma cruel. Otros habían perdido a sus padres en el frente y muchos incluso habían sido sacados de entre las ruinas de sus casas, bajo las cuales habían quedado enterrados sus familiares. Había también niños cuyos padres vivían: unos eran combatientes en el frente, otros estaban en los hospitales o en diferentes servicios de guerra … Se habían tenido que separar temporalmente de sus pequeños con todo el dolor de su corazón, para poder combatir por un futuro mejor para los hijos e hijas de toda España.

Albert Riebeling lo anduvo mirando todo y se dio enseguida cuenta de que allí faltaba un buen artesano y muchas otras cosas. Por ejemplo, no había juguetes para los más pequeños, no había libros para los mayores. La comida era suficiente pero podía ser más variada. En una palabra: el Hogar necesitaba que le echasen una buena mano.

Al volver a su unidad, Riebeling informó sobre todo ello y propuso algunas cosas para que nuestro apadrinamiento fuese más útil y productivo.

Sus propuestas fueron aceptadas con entusiasmo. Con el primer dinero recaudado y con la ayuda de algunos camaradas cuyas profesiones eran diferentes tipos de artesanía, el Hogar se fue convirtiendo en una tacita de plata.

De tanto en tanto una delegación de nuestras Baterías Thälmann, Gramsci y Liebknecht iba a Biar para controlar las cuentas y llevar alimentos, golosinas, juguetes y libros.

Pronto los niños nos conocieron a todos por nuestros nombres. Para algunos de nosotros se inventaron ellos mismos los nombres, yo, por ejemplo, era “el rubio”. Cada niño tenía su“tío” preferido, y cada camarada sus “niños” preferidos, que le contaban sus secretos o que le hablaban de sus amiguitos o amiguitas, de sus preocupaciones y de toda las cosas posibles.

Yo tenía en Biar dos pequeñas amigas: una de ocho años y la otra de doce. Se partían de risa cuando no podía entender su cascada de palabras o cuando les decía con mi cómico español tambaleante cosas raras: les hablaba de países en los que los ríos se convertían en hielo, de ciudades por las cuales los trenes corrían bajo tierra, de casas de muchos pisos en las cuales salía el agua de la pared sólo con abrir el grifo, y de otras muchas maravillas que hay en el ancho mundo.

Una tarde estaba nuestra Batería reunida alrededor de una hoguera. Entonces se nos acercó un soldado español. –“¡Salud!”, nos dijo. Había sabido por casualidad que los “alemanes” estaban en un sector cercano al suyo y buscaba al camarada “Alberto”. Cuando apareció Riebeling, el español se le acercó, le estrechó las manos, le abrazó y le agradeció con voz emocionada el cuidado y el cariño con el que los camaradas extranjeros habían acogido a los niños de Biar. Después preguntó por el camarada “Emilio”. Me acerqué a él y me abrazó también porque estaba portándome tan bien con su pequeña Concha.

Nos quedamos mucho rato sentados alrededor del fuego y charlamos de nuestros niños. El camarada José, el soldado español, hablaba conmovido de la solidaridad internacional que tanto estaba haciendo por su pueblo en el frente y en la retaguardia. El apadrinamiento de Biar era una prueba de ella.”

Información extraída del trabajo de Esteve Torres María Isabel “ Los hogares infantiles y las Brigadas Internacionales 1936-1939”

Información procedente de “Los hogares infantiles y las Brigadas Internacionales” trabajo de María Isabel Esteve Torres

                                                                                            








                                                                                           


 

0 comentarios:

Publicar un comentario