lunes, 2 de julio de 2012

CONMEMORACIÓN DE LOS 71 AÑOS DE LOS FUSILADOS DE ASPE (1-7-2012)


ALOCUCIÓN 1ª
Hoy quisiera aprovechar este momento para hacer un pequeño homenaje a las mujeres  de estos hombres que yacen aquí enterrados , mujeres que quedaron viudas, en muchos casos muy jóvenes, y que tuvieron que soportar durante largos años la dureza de la posguerra, marcadas por ser rojas y con la dificultad añadida de tener que sacar adelante unos niños pequeños.
Ellas, que con total abnegación dedicaron toda su vida a que no se notase la ausencia del padre. Y a que la dificultad para cubrir todas las penurias, que eran muchas, no fuesen demoledoras para sus vidas. Eran tiempos difíciles incluso para familias sin estos problemas.
Tuvieron que hacer verdaderas proezas para alimentar a sus hijos, para poderlos vestir decentemente, para poderlos educar con dignidad y sobre todo y más importante si cabe, para que tuviesen una relación normal con el resto de la gente.
Ser hijo de un rojo era un estigma difícil de superar, pero ahí estaban las mujeres-madres-abuelas para darles todo el cariño del mundo.
Estas fueron las mujeres que tuvieron que ir a recocer a sus maridos asesinados, a lavarlos, arreglarlos y después darles un digno entierro.
Estas fueron las mujeres que sacaron adelante la generación de nuestros padres.
Estas fueron las mujeres que se pasaron muchos años de negro, recordando a sus maridos.
PACO ALCOLEA




      
ALOCUCIÓN 2ª
 Según algunos historiadores el número de víctimas de la represión franquista habidos durante la guerra civil, la posguerra y el largo franquismo fue de aproximadamente unas 190.000 víctimas en todo el territorio español.
Los asesinatos “legales” en cumplimiento de veredictos dictados por tribunales militares, fueron muchos y siempre auspiciados por el régimen franquista.
La represión franquista tenía como objetivo prioritario el de atemorizar a la población española que no comulgaba con el régimen. Vivian instalados en la impunidad que les proporcionaba el franquismo.
Y todo esto lo digo porque a pesar de que ya se sabe que hubieron muchos asesinatos después de terminada la guerra, por ejemplo el de nuestros abuelos o padres, todavía hoy hay gente que lo niega o le es indiferente sin pensar en las familias que aun buscan a sus seres queridos en fosas comunes, y otros como es nuestro caso nos tuvimos que conformar con visitarles y traerles flores de vez en cuando  y sobretodo callar                     

PACO ALCOLEA






  
ALOCUCIÓN 3ª                                

LA VIDA ES UN ESTADO TEMPORAL

TESTIMONIO 1
A veces siento la terrible sensación de que no voy a poder hacer nada para revertir esta situación anquilosada en el tiempo del despropósito. Aunque tal vez no sea una sensación sino una realidad de pronóstico complicado de resolver.
Hoy escribo confirmando lo que ya de antemano presuponía desde hace tiempo. Esta mañana hemos sido juzgados todos los de Aspe y la sentencia no ha sido nada compasiva con nosotros, han pedido la pena de muerte para todos los allí juzgados, la conmoción ha sido muy grande, unos se echaron a llorar, otros maldecían el veredicto, yo por mi parte me quedé abatido y abstraído por un mar de pensamientos que no llegaba a concretar, seguramente por lo dramático de la situación. La boca se me quedó seca y notaba como un frío  me recorría todo el cuerpo. Yo estaba sentado en la segunda bancada de una sala pequeña en la que solo estábamos los presos, el juez, dos abogados y cuatro guardias; ya no había nadie más, el juicio duró muy poco parecía que todo lo tenían resuelto de antemano y que las excusas que alguno de nosotros intentó dar, no iban a servir de mucho.
Cuando el juez dio la orden de abandonar la sala yo me giré hacia mi izquierda para salir de allí y por unos segundos pude ver a mi mujer y a mis hijos por una de las ventanas de la sala, me hacían señales con la mano y mi mujer me mandaba besos, también había familiares de los otros presos, al instante uno de los guardias empezó a empujarnos con la culata del fusil, para que nos dirigiéramos hacia la puerta que nos trasladaba de nuevo a las celdas, en el corto trayecto de atravesar la sala no perdí ni por un momento la visión de mi familia, quería retener ese instante furtivo en mi cabeza, posiblemente esa fuese  la última vez en la que viese a mi esposa y a mis hijos.
Pobres hijos míos. En lugar de estar en casa tranquilamente jugando como su edad  requiere, se encuentran aquí bebiendo la hiel de la venganza.
.Hoy no he comido nada, y eso que mi mujer me ha traído un paquete con algo de comida y hambre no nos falta a ninguno.
En la celda somos seis personas hacinadas en una pequeña estancia en la que apenas caben dos literas de tres alturas un lavabo y un retrete, del cual emana un olor nauseabundo aunque lo mantengamos tapado durante todo el día,  en un rincón de la pieza un cajón como mesa y una banqueta, en la cual me encuentro yo ahora sentado escribiendo. Escribo rápido, porque a las nueve apagan la luz y ya falta muy poco.
Aquí se pasa mucho frío, solo tenemos una manta raída y andrajosa y andamos tapados con ella durante todo el día, a la hora de dormir, por la noche, se hace más insoportable el frío porque entre otras cosas la única ventana que tenemos en la estancia no se puede cerrar. Aunque nosotros tenemos un modo de procurarnos algo de calor, en cuanto los guardias pasan por las celdas y hacen el recuento, nos instalamos los seis en tres literas y con el calor de nuestros cuerpos hacemos algo más soportable la noche.
De los seis que estamos en la celda tres somos de Aspe Miguel Cremades que es tío mío, Jerónimo  Martínez “Jeromico” como le llamamos nosotros y yo, otros dos son de La Romana Antonio y Julián ambos hermanos, Julián que es el mayor cuida mucho de su hermano enfermo de tuberculosis al cual le niegan la enfermería en donde estaría mucho mejor atendido que en este antro. Y el último es Víctor Amorós maestro de escuela y gran amante de la poesía con la cual nos deleita de vez en cuando, haciéndonos más soportable nuestra reclusión, también nos asiste con nuestras cartas a la hora de escribirlas o leerlas.
Al fin y al cabo, por lo menos entre nosotros intentamos cuidarnos, llevarnos bien y en todo lo posible levantarnos la moral que principalmente es lo más complicado y al mismo tiempo lo más importante, la dignidad de cada uno de nosotros es la dignidad de todos los que estamos aquí confinados.
Si no fuera por lo dramática que es esta situación diría que es hasta ridícula. De los tres de Aspe que somos aquí ninguno intervinimos en los hechos de los que se nos acusa. La sola presencia ese día en aquel lugar ha bastado para condenarnos a muerte sin paliativos.
Acaban de apagar las luces, otro día que se nos va.
 Francisco Alcolea Cremades
Alicante. Viernes 2 de Abril de 1941

Paco Alcolea





                                           

0 comentarios:

Publicar un comentario